Exaltación de la Santa Cruz
Hoy la Iglesia Católica celebra la festividad de la Exaltación de la Santa Cruz. Al día siguiente, la de Nuestra Señora de los Dolores. Compartimos una reseña que nos hace llegar Angélica Diez, Misionera de la Inmaculada Padre Kolbe.

Esta fiesta de la Cruz tiene su origen en Jerusalén, conmemora el descubrimiento de la verdadera cruz por parte por Santa Elena, madre del Emperador Constantino. Se celebra el día de la dedicación de las dos basílicas constantinianas construidas – tras el descubrimiento de la Vera Cruz – en el Gólgota (ad Martyrium), y en el Santo Sepulcro (Anástasis), que tuvo lugar el 14 de septiembre del 335, celebración que ha gozado de continuidad desde ese año.
Como afirma la introducción a la oración universal es “Un día de alegría y de gloria”, no es la exaltación del dolor sino la exaltación de la entrega total por los demás. No se trata de centrarse en el sufrimiento de Jesús sino en la entrega total de Jesús como un acto de amor por nosotros que no tiene límites. Por eso, cada uno podemos encontrar sentido a las cruces pequeñas y grandes de la vida y de la vida del mundo, atormentado por guerras, odio y violencia.
En este día no se exalta la crueldad de la Cruz, sino el Amor que Dios manifestó a los hombres al aceptar morir en la Cruz, en palabras del Papa Francisco: "Aunque era Dios, Cristo se humilló haciéndose siervo. Esta es la gloria de la Cruz de Jesús. La cruz parece determinar el fracaso de Jesús, pero en realidad manifiesta su victoria. Dios “exaltó” a Jesús (Flp 2, 9), confiriéndole una realeza universal. Cuando dirigimos la mirada a la cruz, contemplamos el signo del amor, del amor infinito de Dios por cada uno de nosotros y la raíz de nuestra salvación. De esa cruz brota la misericordia del Padre, que abraza al mundo entero. La cruz de Jesús es nuestra única esperanza verdadera. Por eso la Iglesia «exalta» la Santa Cruz y también por eso nosotros, los cristianos, bendecimos con el signo de la cruz. Mientras contemplamos y celebramos la Santa Cruz, pensamos con conmoción en tantos hermanos y hermanas nuestros que son perseguidos y asesinados a causa de su fidelidad a Cristo.”
Nuestra Señora de los Dolores
En el Calvario, al pie de la cruz, estaba María, su Madre, la Virgen de los Dolores, a la que celebramos al día siguiente. La piedad cristiana ha recogido los siete dolores de la Virgen: la profecía de Simeón, una espada que traspasará su corazón; la huida a Egipto para salvar la vida de su hijo; los tres días de angustia cuando el niño se quedó en el templo; el encuentro con Jesús en el camino al Calvario; la muerte de su Hijo; el descenso de Jesús de la cruz, muerto, cuando lo toma en sus manos como lo había tomado en sus manos más de treinta años antes en Belén y el entierro de Jesús.
Define el Catecismo de la Iglesia Católica: “María es la orante perfecta, figura de la Iglesia. Cuando le rezamos, nos adherimos con Ella al designio del Padre, que envía a su Hijo para salvar a todos los hombres. Como el discípulo amado, acogemos a la madre de Jesús, hecha madre de todos los vivientes. Podemos orar con Ella y a Ella. La oración de la Iglesia está sostenida por la oración de María. Le está unida en la esperanza.”
En palabras de San Alberto Magno: “Así como tenemos que estar agradecidos a Jesús por su Pasión, sufrida por amor nuestro, así también tenemos que estar llenos de gratitud hacia María Santísima por el martirio que, al morir su Hijo, quiso soportar voluntariamente para salvarnos.”
Esta advocación está muy arraigada en España, Portugal, en América Latina, en nuestro país, Colombia, Ecuador, España, Guatemala, Italia, México, Panamá y es la patrona de Eslovaquia. Como María al pie de la cruz, pedimos a Dios el don de la esperanza: el dolor y la muerte no tendrán nunca la última palabra.
Colaboración de las Misioneras de la Inmaculada, Padre Kolbe
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