El rey y la semilla
Compartimos esta narración breve y simbólica, que nos deja una enseñanza moral. Buen fin de domingo!
Un anciano rey, antes de morir, quiso elegir a su sucesor.
Llamó a los jóvenes del reino y les entregó una pequeña semilla a cada uno.
—La única regla —dijo— es que lo que planten lo deberán traer de regreso dentro de un año.
Quien me traiga lo mejor… gobernará.
Pasó el año y todos volvieron con árboles imponentes, flores exóticas y plantas de colores.
Solo uno llegó con una maceta vacía.
—Mi semilla no creció —dijo con vergüenza—. La cuidé, pero jamás brotó.
El rey sonrió.
—Tú serás el nuevo líder —anunció.
Los demás protestaron.
—¿Cómo puede ganar alguien que no hizo crecer nada?
Entonces el rey explicó:
—Las semillas que les di estaban cocidas. Ninguna podía germinar.
Ustedes me trajeron plantas hermosas… pero nacidas de otras semillas.
Él es el único que tuvo el coraje de decir la verdad.
El joven lo miró sorprendido.
—Un líder no se mide por lo que muestra, sino por lo que sostiene.
Y la verdad —continuó el rey— es más difícil de sostener que un reino.
Moraleja:
El liderazgo real no se construye con apariencias, métricas infladas ni resultados maquillados, sino con:
- Honestidad incluso cuando incomoda
- Responsabilidad por lo que no salió bien
- Integridad en cada decisión
- Coherencia entre lo que se dice y lo que se hace
Las empresas que prosperan son aquellas donde las personas pueden decir “esto no creció”, “esto no salió”, o “esto necesita mejorar”… sin miedo.
Porque cuando la verdad tiene lugar, la mejora continua se vuelve posible.
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